Callejon de Hamel: santeria en La Habana




Estuve hace unos años en el Callejon de Hamel, en el barrio habanero de Cayo Hueso, en el distrito de Centro Habana, y una de las cosas que mas me fascino es comprobar como en una ciudad invadida de turistas, aun se pueden encontrar pequeños tesoros escondidos, aun casi sin descubrir y exponentes de la Cuba mas profunda. Y es que este no es un callejon normal. Aqui, en 1990, el pintor Salvador Gonzalez Escalona decidio darle un nuevo aire al barrio y lo hizo decorando las fachadas con murales inspirados en las religiones afrocubanas que trajeron consigo los miles de esclavos que vinieron de Africa y que, decenas de generaciones mas tarde, aun siguen teniendo en la isla millones de seguidores. Alli podras encontrar altares donde colocar las ofrendas a los dioses, cubanas que te leeran el porvenir, y sobre todo, mucha musica. Eso si, si quieres ver en su maximo apogeo este curioso lugar, con decenas de personas cantando, bailando y tocando tambores, mejor un domingo entre las doce de la mañana y las tres de la tarde; el resto de la semana se dedica mas bien a diversas actividades culturales para los vecinos de la zona. Me quedo con una emotiva frase que decoraba una de las paredes "y vinieron con cantos que nadie conocia, cruzaron el mar con peces de madera, trajeron un secreto cubierto de sangre y tierra, cantaron, lloraron y plantaron..."

1 comentario:

  1. Bueno, eso desgraciadamente paso a la historia. Yo estuve en Mayo de este año 2009 y tuve que salir corriendo, era verdad que no había muchos turistas, pero el acoso a que nos sometieron los integrantes del " espectáculo ", fue descomunal, desde intentar venderte los cd,s, pedirte dinero, pedirte alguna prenda de las que llevabas o simplemente venderte cualquier cosa, nos hicieron los diez minutos que estuvimos, una persecución que nos hicieron sentir acosados, agobiados y encarcelados en aquel callejon ante todas las miradas de complicidad de la mayoría que allí actuaban, unos tocando los tambores y bailando y el resto persiguiéndonos para sus propósitos e intereses. Salimos, literalmente, corriendo. Una pena.

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